VISIBLES Y DESAPARECIDOS
Lograron lo que toda persona con discapacidad
desearía: ser autónoma, independiente y hasta productiva. Su discapacidad
auditiva fue un reto y un desafío a la que le hicieron frente, en compañía de
sus familias. Pero fueron precisamente su crecimiento, su desarrollo y la
necesidad de ganarse el sustento diario lo que llevó a cinco jóvenes sordos a
salir del centro del país, con rumbo a la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, a
ofrecer los productos que comúnmente vendían: plumas, recetarios y diversos
objetos de temporada. Nunca imaginaron que sería una experiencia que no contarían, o al
menos no la han contado desde ese 26 de febrero de 2012 que se colocaron en un
‘crucero’ de la ciudad fronteriza, en donde se sabe, que unas personas se los
llevaron con rumbo desconocido. Familiares de José Luis Vallejo Rodríguez, Manuel Adrián González
Mancera, José Antonio Ángeles Flores, José Martín Morales y Jorge Espinoza, han
contado su caso ante las cámaras de Milenio Televisión y de esa manera
revivieron la necesidad de esclarecer el caso que ahora se concentra en cinco
volúmenes en poder de la Procuraduría. Las desapariciones ya no son extrañas en el país, mucho menos en
Coahuila donde se tiene una cifra alta, muy alta de desaparecidos y de eso dan
cuenta las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUUNDEC) y
Grupo Vida. Como pasa en cada caso que conocemos de cerca y de lejos, son las
madres, hermanas, hermanos, esposas, incluso los propios hijos de los ausentes,
quienes tienen que enrolarse en una batalla como la de David y Goliat, sin que
precisamente, sea una onda y una piedra lo que los haga victoriosos.
Llama la atención la ausencia en su búsqueda de esas asociaciones
e instituciones que con tanta insistencia pedían a la mamá de José Luis,
Manuel, José Antonio, José Martín y Jorge, dotarlos de las habilidades
adaptativas necesarias, como por ejemplo la adquisición de establecer una vía
de comunicación como la Lengua de Señas Mexicana; y con ello mostrarse como un
lugar efectivo y eficiente en el trabajo de personas sordas, al grado de
visibilizarlas ante la sociedad. Sí, ahora son visibles y desaparecidos, pues la lucha por
encontrarlos con vida continúa, pero sólo para sus familiares, o al menos eso
parece pues de las indagatorias y avances en las investigaciones por parte de
las autoridades muy poco o nada se sabe, y las asociaciones encargadas de dar
atención a las personas sordas y que incluso se cobijan con los artículos de la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad CDPD, también
brillan por su ausencia. María del Rosario Morales, hermana de José Martín, ha dicho que el
gobierno le ayuda con una beca para los hijos de éste y una despensa. Patricia
Espinoza, hermana de Jorge, comenta que le han llegado reportes de haber visto
a su hermano como indigente en comedores de migrantes, pero la fuente se niega
dar más datos del lugar, incluso de revelar su nombre. En tanto Beatriz Flores,
madre de José Antonio, asegura que no los buscan y con resignación afirma ‘ni
los van a buscar’. Con la firma, ratificación y entrada en vigor de la CDPD, ¿qué no
se supone que se daría fin al esquema asistencialista como una solución
absoluta para las personas con discapacidad y sus familias? ¿Qué no se había
acordado que el desarrollo de una PcD es más de una despensa o una beca? ¿Qué
la justicia pronta y expedita no es igual para personas sin y con discapacidad?
¿Qué la labor de asociaciones civiles para personas con discapacidad están solo
para la procuración de fondos para impulsar su desarrollo y no para adherirse a
la lucha de sus derechos, incluso cuando están desaparecidos? Primero Persona.
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