Cuando el COVID no tiene la última palabra
Por:
Verónica Rocha
La
noticia caló hondo. Se trató del deceso por coronavirus en una niña que vivía
con síndrome down. La tarde del 15 de abril del presente, en la rueda de prensa
de la Secretaria de Salud del Gobierno Federal desde Palacio Nacional, el
subdirector de prevención y promoción de la salud Hugo López-Gatell anunció la
primera defunción a causa del COVID19 en una persona menor a 25 años y además
con discapacidad.
Quienes
seguíamos la transmisión en directo nos quedamos con ojos de plato al escuchar
la noticia. El doctor Gatell, de inmediato, se dispuso a contextualizar el
trágico anuncio, al comunicar que la pequeña presentaba una cardiopatía e
inmunosupresión lo que la puso en un cuadro grave de la enfermedad y luego
morir. Enfatizó que en México la presencia de comorbilidades, es decir
enfermedades preexistentes como la diabetes, hipertensión, obesidad y/o
cardiopatías ponen en serio riesgo a la población, pero que no toda la
población tendría que vivir el mismo desenlace aunque viva con alguna discapacidad.
Un
mes después, lo comprobamos. A través de las benditas redes sociales nos
enteramos de la historia de lucha contra la enfermedad del SARS-COV 2 que dio
la pequeña Lupita de 8 años con síndrome down, al permanecer 12 días internada
en el Hospital General “Dr. Eduardo Liceaga” de la CDMX. Un miembro del
personal del servicio pediátrico grabó el momento de la despedida, donde se ve
a la pequeña de pie y andando, despidiéndose de todos los que la atendieron,
muy feliz, había vencido no solo el encierro sino la enfermedad y librado la
sombra de la muerte. La mamá quien la acompañaba, no dejaba de lanzar palabras
de agradecimiento por el trato recibido durante su estancia.
Días
después, nos enteramos de la historia de Fernando, experiencia aún más
desafiante. El joven de 21 años que vive con síndrome de down también presenta
diabetes, obesidad y cardiopatía congénita, lo que lo colocaba en una situación
de vulnerabilidad cuatro veces mayor que la de sus pares, tanto, que solo
‘contaba con el 28 porciento de oxígeno y tenía 90 porciento de posibilidades
de perder la batalla’, detalló el hospital en su sitio web.
El
muchacho, originario de Coahuila la libró. Al termino de 11 días hospitalizado
en terapia intensiva en el Christus Muguerza Hospital Saltillo, fue dado de
alta para regresar a casa con los suyos, seguir con el resto de la recuperación
y vivir para contar que en esta ocasión el COVID no tuvo la última palabra.
Comentarios
Publicar un comentario